¿De qué lado está la psicología? – Análisis sobre el libro La psicología como engaño de Edgar Barrero Cuellar
¿De qué lado está la psicología? –
Análisis sobre el libro La psicología como engaño de Edgar Barrero
Cuellar
La
psicología como construcción política: el origen de una mirada desviada
El libro La
psicología como engaño abre una discusión profunda sobre el papel político
de la psicología, especialmente en contextos como América Latina, donde la
disciplina llegó importada y subordinada a lógicas coloniales. Edgar Barrero
denuncia cómo, desde sus inicios en Colombia, la psicología ignoró los
conflictos sociopolíticos como “La Violencia” y optó por mirar hacia el norte,
adoptando modelos europeos y norteamericanos sin ajustarse a la realidad local.
Esta falta de contextualización, lejos de ser neutral, constituye un acto político
de omisión, un alineamiento tácito con las estructuras de poder.
Desde la
psicología social, esto nos obliga a repensar el rol de la disciplina como
herramienta de transformación. Si todo saber psicológico está enmarcado en
relaciones de poder, entonces el ejercicio profesional no puede pretender
neutralidad. Adaptarse a las condiciones sociales impuestas por la violencia y
la desigualdad implica, como Barrero sugiere, perpetuar un orden injusto.
Subvertir, en cambio, implica tomar postura crítica y propositiva desde la
intervención psicosocial.
El autor expone
cómo la psicología dominante fue cómplice de una historia silenciada, centrada
en lo individual y ajena al sufrimiento colectivo. Las escuelas psicológicas
que dominaron el siglo XX prestaron su marco teórico para justificar la
adaptación de los individuos al sistema, patologizando la rebeldía y
legitimando el statu quo. En este marco, la psicología social crítica se
convierte en una trinchera desde la cual reescribir el papel de la psicología
en nuestras sociedades.
La
interpelación que hace Barrero a la historia misma de la psicología debe ser
entendida como una invitación urgente a revisar nuestras prácticas, métodos y
discursos. Si la psicología ignora las causas estructurales del sufrimiento, su
pretendida ayuda se convierte en un engaño. La descolonización del pensamiento
psicológico es, por tanto, una tarea política que nos corresponde asumir.
La crisis de legitimidad: entre la ética traicionada y la
praxis ausente
Uno de los
núcleos centrales del libro es la denuncia de la profunda crisis de legitimidad
que atraviesa la psicología en Colombia y América Latina. Esta crisis no es
solo epistemológica, sino fundamentalmente ética: una disciplina que no actúa
frente al dolor colectivo, que naturaliza la exclusión y que colabora —por
acción u omisión— con prácticas de violencia simbólica y material, no puede
reivindicar una legitimidad social.
Barrero señala
cómo los grupos de investigación en psicología acreditados por Colciencias para
2016, ignoraban sistemáticamente los fenómenos sociopolíticos del país. Esto
revela una desconexión intencional entre la academia y la realidad. La
psicología se convierte en un campo profesional autorreferencial, atrapado en
una lógica cientificista y alejada de la praxis transformadora. La psicología
social crítica, al contrario, debe articular conocimiento con acción, teoría
con compromiso.
La exclusión de
saberes populares y el desprecio por lo latinoamericano también alimentan esta
crisis. No se puede construir una ciencia del comportamiento humano si se niega
la historia, la cultura y las luchas sociales de los pueblos. Esta negación configura
lo que Barrero llama el “campo antipolítico” de la psicología: un espacio donde
se elimina simbólicamente a los disidentes y se glorifica la obediencia
disciplinaria.
El desafío
ético que plantea este panorama es claro: ¿qué psicología queremos construir?
Una psicología que participa de la guerra psicológica, del silenciamiento de
las víctimas y de la deshumanización, pierde su sentido. Relegitimar la
disciplina implica comprometerse con los principios de justicia, memoria,
reparación y dignidad humana. Solo así, la psicología puede recuperar su lugar
como ciencia social transformadora.
El
psicólogo como sujeto político: entre la academia y la resistencia
Barrero insiste
en que toda psicología es política. Esto descoloca a quienes aún creen que es
posible ejercer desde una neutralidad axiológica. La figura del psicólogo,
entonces, debe ser entendida como un sujeto situado, que interviene en una
realidad atravesada por tensiones de poder. La formación profesional debe
contemplar esta dimensión ética y política si quiere ser coherente con el
contexto.
Desde la
psicología social, la figura del psicólogo debe transitar del experto distante
al acompañante crítico. La neutralidad profesional muchas veces opera como
complicidad con las estructuras de exclusión. En cambio, una psicología
situada, crítica y dialógica, puede habilitar procesos de liberación
psicosocial. Como plantea Martín-Baró —referente clave en el libro—, se trata
de “poner el saber psicológico al servicio de la construcción de una sociedad
donde el bienestar de los menos no se asiente sobre el malestar de los más”.
Este enfoque
implica una redefinición profunda del rol profesional. El psicólogo debe asumir
un compromiso ético con las mayorías oprimidas, con los saberes populares y con
los territorios en resistencia. Esto demanda abandonar la comodidad académica,
revisar críticamente las prácticas cotidianas y construir alianzas con
movimientos sociales. Implica también un proceso de liberación del propio
psicólogo respecto a la disciplina colonizada que aprendió.
La psicología
social crítica no puede seguir replicando los métodos ni los marcos teóricos
que fueron construidos para otros contextos. Necesita una epistemología
situada, una pedagogía del conflicto, una ética de la solidaridad. Solo así
podrá responder a las urgencias de nuestras realidades.
Entre el
discurso encantador y la praxis liberadora
Una de las
críticas más agudas del libro es la brecha entre el discurso encantador de la
psicología y su falta de praxis liberadora. Muchas veces, el lenguaje técnico,
las declaraciones institucionales y los códigos éticos funcionan como fachadas
que ocultan la ausencia de compromiso real con los sujetos históricos. Se habla
de derechos humanos, pero se colabora con prácticas represivas. Se invoca la
salud mental, pero se patologiza la resistencia.
Barrero
evidencia cómo incluso discursos que se reivindican críticos o progresistas,
reproducen formas de exclusión al no materializarse en acciones concretas. La
psicología social no puede quedarse en el nivel de la denuncia o la
sensibilización. Debe pasar al terreno de la praxis comprometida, del
acompañamiento activo, de la transformación de las condiciones de vida.
Este desfase
entre discurso y acción alimenta el desencanto y el cinismo. Si la psicología
promete pero no cumple, termina siendo funcional al sistema que dice criticar.
En cambio, una psicología de la liberación, como la que plantea Barrero, se
construye desde el hacer, desde el cuerpo-a-cuerpo, desde el territorio. La
palabra solo tiene valor cuando está encarnada en la acción.
El desafío es
dejar de hablar de los otros y comenzar a construir con los
otros. Dejar de estudiar la pobreza para transformarla. Dejar de analizar el
conflicto para intervenir éticamente en él. La psicología social no puede
seguir siendo un adorno académico. Necesita convertirse en herramienta política
y cultural de las resistencias.
Utopía o
ideología: el lugar de lo posible en la Psicología Social
Barrero
distingue claramente entre ideología y utopía: mientras la primera busca
mantener el orden establecido, la segunda apunta a transformarlo. En ese
sentido, la utopía es una herramienta imprescindible para la psicología social
crítica, porque permite imaginar otras realidades y actuar para construirlas.
Es la brújula que orienta la acción transformadora.
Las utopías en
psicología no son ingenuas ni abstractas. Son apuestas ético-políticas por una
disciplina al servicio de la dignidad, la justicia y la vida. Implican repensar
la formación, los métodos y los escenarios de intervención. Supone también
dejar de concebir al sujeto como un ente aislado y comprenderlo en su
historicidad, en su cultura, en sus vínculos y en sus luchas.
La psicología
social debe recuperar su potencial utópico, no como fantasía, sino como motor
de acción. La esperanza, entendida como compromiso activo con el cambio, es una
categoría política que desafía el fatalismo y la resignación. Como dice
Galeano, la utopía sirve para caminar. Y la psicología tiene mucho camino por
andar en esa dirección.
Aceptar el
desafío de la utopía es aceptar que el conocimiento psicológico debe estar al
servicio de las mayorías excluidas. Es apostar por una psicología popular,
participativa, construida desde abajo, con sentido comunitario. Es, en
definitiva, elegir el camino difícil pero necesario de la subversión
ético-política frente a la adaptación acrítica.
Hacia una
psicología social insurgente: el reto de sentí-pensar el porvenir
El libro de
Barrero culmina con una invitación clara: subvertir o adaptarse. Este dilema
atraviesa toda la historia de la psicología en América Latina y define el
presente de quienes la ejercen. La psicología social tiene aquí un rol
fundamental: construir una ciencia del compromiso, que piense y sienta con las
comunidades, que acompañe procesos de resistencia, que aporte a la sanación
colectiva sin imponer su lógica.
Sentí-pensar
—como diría Fals Borda— es conjugar razón y emoción, teoría y afecto, análisis
y ternura. Es el camino para construir una psicología insurgente que no tenga
miedo de nombrar la injusticia, de denunciar la violencia estructural, de
interrumpir el silencio cómplice. Es la base para un quehacer profesional
humanizante y descolonizador.
La insurgencia
en psicología no implica violencia, sino rebeldía ética. Implica decir “no” a
las lógicas de mercado, a la neutralidad impostada, al desprecio por los
pueblos. Es decir “sí” a la vida, a la memoria, a la justicia, al encuentro
entre saberes. Implica ver la psicología no como fin, sino como medio para
transformar el mundo.
Finalmente, el
texto de Barrero nos convoca a asumirnos como sujetos políticos y a decidir qué
tipo de psicología queremos construir. ¿Una que sirva al poder o una que sirva
a los pueblos? ¿Una que adapte o una que subvierta? Esta pregunta no es
retórica: define nuestras prácticas, nuestras alianzas, nuestro lugar en la
historia.
Conclusión
El libro La
psicología como engaño de Edgar Barrero Cuéllar constituye una
interpelación profunda al quehacer psicológico en América Latina, especialmente
desde su dimensión ética, política y social. A través de una mirada crítica y
situada, el autor desnuda las múltiples formas en que la psicología ha sido
funcional al orden establecido, legitimando desigualdades, patologizando
resistencias y colaborando, de forma tácita o directa, con dispositivos de
control y exclusión. Frente a este escenario, la psicología social tiene la
responsabilidad histórica de asumir una postura activa en la transformación de
las condiciones estructurales que generan sufrimiento.
La urgencia de
una psicología social comprometida, insurgente y sentí-pensante se presenta
como una alternativa vital frente a la psicología colonizada y acrítica.
Construir una psicología que se alimente de la memoria colectiva, que se
vincule a las luchas territoriales, que respete los saberes populares y que se
indigne ante la injusticia, es hoy más necesario que nunca. Esta apuesta no es
sencilla, pero es coherente con los principios fundantes de una psicología al
servicio de la vida.
Bibliografía:
Barrero
Cuéllar, E. (2017). La psicología como engaño: ¿Adaptar o subvertir?
Bogotá: Ediciones Cátedra Libre.
Comentarios
Publicar un comentario