La necropolítica de Achille Mbembe: el poder de decidir quién debe morir
La necropolítica de Achille Mbembe: el poder de decidir quién debe morir
En las últimas décadas, el pensamiento crítico ha buscado profundizar en los modos en que el poder se ejerce sobre los cuerpos, los territorios y las vidas. Michel Foucault introdujo el concepto de biopolítica para explicar cómo los Estados modernos no solo castigan, sino que también regulan la vida, optimizan poblaciones y gestionan cuerpos. Sin embargo, frente a las realidades cada vez más crudas del mundo contemporáneo —marcado por guerras, desigualdades abismales, racismo estructural y migraciones forzadas— el filósofo camerunés Achille Mbembe plantea una pregunta aún más radical: ¿quién tiene hoy el poder de decidir quién debe morir? Desde esta interrogante se configura su concepto de necropolítica, una propuesta teórica que lleva al extremo las reflexiones foucaultianas al mostrar que la soberanía contemporánea se sustenta en la administración de la muerte.
La necropolítica, tal como la desarrolla Mbembe (2011), no se limita a la violencia física directa. Se trata de un régimen de poder que estructura la vida social de tal manera que ciertas poblaciones son deliberadamente empujadas a la muerte o a condiciones de vida que son indistinguibles de la muerte. A diferencia de la biopolítica, que se centra en el poder de "hacer vivir y dejar morir", la necropolítica se caracteriza por el poder de "hacer morir y dejar vivir" selectivamente. En otras palabras, es el poder soberano de exponer a ciertas vidas a la muerte como política sistemática.
Mbembe argumenta que este fenómeno es especialmente visible en los contextos coloniales y postcoloniales, donde la soberanía no se expresa tanto en la administración racional de los cuerpos, sino en su destrucción, marginación y desposesión. El colonialismo no solo consistió en una ocupación militar o económica, sino en una producción simbólica y material que colocó al sujeto colonizado fuera de la categoría de “humano pleno”. En este sentido, el colonizador se arroga el derecho de decidir sobre la vida del colonizado: decide quién puede vivir y quién debe morir, quién es visible y quién es prescindible.
La necropolítica se manifiesta con especial crudeza en lo que Mbembe denomina “zonas de muerte”. Estos espacios —como campos de concentración, territorios ocupados, favelas, barrios marginales, campos de refugiados o cárceles— no solo están geográficamente aislados, sino que están fuera del alcance de las garantías básicas de los derechos humanos. En ellos, las personas están constantemente expuestas a la violencia, no tienen acceso efectivo a la justicia, ni a la protección estatal. En muchos casos, sus vidas no importan; se trata de cuerpos descartables, que pueden ser eliminados sin consecuencias para los aparatos de poder. Esta lógica, según Mbembe, no es un error del sistema: es su funcionamiento mismo.
Un ejemplo contemporáneo que ilustra con claridad esta dinámica es la situación en Palestina, donde el pueblo palestino vive bajo una ocupación militar sistemática que controla sus movimientos, su territorio, su acceso al agua, a la salud y a la educación. La política de asentamientos, los checkpoints, los bombardeos, las detenciones arbitrarias y la vigilancia constante son manifestaciones de una necropolítica en acción. En nombre de la seguridad, el poder hegemónico decide quién puede vivir, cómo, y hasta cuándo. Similarmente, en el apartheid sudafricano, la segregación racial no solo implicaba exclusión social, sino la exposición deliberada de los cuerpos negros a condiciones inhumanas de vida, desplazamientos forzados, violencia estatal y precariedad absoluta. La lógica necropolítica también puede encontrarse en la gestión de las fronteras de Europa y Estados Unidos, donde migrantes y refugiados mueren ahogados, detenidos o deportados sin que esto provoque mayor escándalo público.
La relevancia del concepto de necropolítica en el siglo XXI es evidente. En un mundo donde las desigualdades sociales se profundizan, donde el racismo estructural se mantiene vigente, y donde la seguridad se impone como justificación para todo tipo de violencia institucional, la noción de Mbembe permite entender la gestión política de la muerte como una forma real y cotidiana de ejercer poder. La necropolítica no es una patología de algunos regímenes extremos, sino un rasgo constitutivo de muchas democracias contemporáneas que conviven con sistemas de exclusión y violencia normalizada. Lo que pone en evidencia es que el acceso a una vida digna no es un derecho universal, sino una concesión selectiva del poder, otorgada a unos y negada a otros según su raza, su clase social, su nacionalidad o su capacidad productiva.
Además, la necropolítica nos obliga a repensar categorías éticas y políticas fundamentales. Si hay cuerpos que pueden ser abandonados sin duelo, si hay muertes que no cuentan ni generan luto público, entonces debemos preguntarnos: ¿quién decide qué vidas importan? ¿Qué cuerpos merecen ser protegidos? ¿Qué vidas son lloradas y cuáles son invisibles? En este sentido, el pensamiento de Mbembe no es solo una crítica a las formas contemporáneas del poder, sino también un llamado urgente a la acción: a resistir, a visibilizar, a reconfigurar las formas de comunidad y solidaridad más allá de las lógicas del sacrificio y la exclusión.
La necropolítica también se vincula con las políticas de abandono y negligencia estatal, no solo con la violencia directa. Cuando un Estado permite que poblaciones enteras vivan sin acceso a salud, educación, vivienda o alimentos, también está ejerciendo necropolítica. No se necesita un arma para matar: basta con crear las condiciones donde vivir se vuelva imposible. En América Latina, esto se ve en los cinturones de pobreza urbana, donde los jóvenes son asesinados por las fuerzas del orden o por bandas criminales, y sus muertes son naturalizadas. Se trata de vidas que nunca llegaron a ser plenamente consideradas como tales: vidas precarias, vidas descartables.
En suma, el concepto de necropolítica, desarrollado por Achille Mbembe, es una herramienta teórica poderosa para comprender las lógicas contemporáneas del poder, la exclusión y la violencia. A través de su análisis, se revela un mundo donde la soberanía ya no se mide solo por la capacidad de gobernar, sino por la capacidad de producir muerte y administrar quién puede seguir viviendo. Su relevancia radica en que permite desenmascarar las narrativas de neutralidad, seguridad o progreso, mostrando que en muchos casos, lo que está en juego es la continuidad o no de ciertas vidas.
Frente a esto, la reflexión crítica debe llevarnos a repensar nuestras nociones de humanidad, justicia y dignidad. La necropolítica no es inevitable. Pero para combatirla, es necesario nombrarla, entenderla y enfrentarla. Porque toda vida, sin importar su lugar de origen, color de piel o condición social, merece ser vivida y defendida.
Referencia:
Mbembe, A. (2011). Necropolítica, en Traversées, diasporas, modernités, Raisons politiques, no. 21, 2006, pp. 29–60. Traducción de Elisabeth Falomir Archambault. Editorial Melusina.
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